Trini Puente y Alberto Baselga son los autores de ‘Matrimonio para inconformistas’ (Rialp, 2024), un libro que reivindica el matrimonio como una fórmula apasionante que hay que llegar a disfrutar de forma plena. También ellos son matrimonio y, por lo tanto, se han visto en esa montaña rusa que es la relación en pareja sometida al paso del tiempo. Una experiencia que les ha proporcionado, junto a su labor de asesoría y orientación, el armamento necesario para explicar este rito de paso del ciclo de la vida.
En bdeboda.es hemos hablado con Alberto Baselga sobre las fases del matrimonio, el amor maduro, el compromiso o el futuro. Un desafío lleno de dificultades, pero también plagado de momentos únicos. “Algo fascinante”.
‘Matrimonio para inconformistas’, ¿qué es el inconformismo dentro del matrimonio?
Le pusimos ese título porque tanto mi mujer como yo somos bastante inconformistas y las reglas generales pues como que no nos valen.
Por otro lado, por nuestra experiencia matrimonial nos hemos dado cuenta de que en muchos ambientes se ha forjado la idea de que el matrimonio es algo pasado de moda y nosotros creemos que no, que es algo más que nunca revolucionario y fascinante. Y que no tiene por qué acabar siempre en una amistad o en una separación o en un divorcio, sino que se puede llegar a lo que nosotros llamamos el ‘amor verdadero’. Lo que mucha gente llama amor maduro, pero que nada tiene que ver con la edad, sino con que ese amor se haga más verdadero, más auténtico.
¿Y cómo se llega hasta ahí? No parece que sea un camino fácil y sí que requiere de mucho esfuerzo, compromiso y dedicación por parte de la pareja.
Nosotros decimos que el matrimonio, o sea, el amor, pasa por distintas fases. Lo comparamos con el desarrollo biológico, igual que pasamos por una infancia, luego pasamos por una adolescencia y llegamos a la madurez. Nadie llega a la madurez sin haber pasado por la adolescencia. Decimos que el amor es algo vivo y, efectivamente, primero pasa por una infancia, en la que todo es maravilloso, no hay problemas y se disculpa con mucha facilidad.
Luego, con el tiempo, pasamos a una adolescencia, porque ese amor tiene que irse forjando y entonces vienen los silencios, las incomprensiones, las palabras inoportunas, la llegada de los hijos que altera el matrimonio, la familia extensa, ya no somos tú y yo solos. Son mil cosas. Y todo eso hay que pasarlo.
Hay personas que creen que han llegado o se puede llegar al amor maduro, al amor verdadero, sin pasar por estas fases y eso es imposible. Sobre esto y ante los problemas, lo que nosotros decimos es: “¿No será que todo el peso de tu matrimonio lo lleva el otro o la otra?”, “¿no será que tú no te enteras de lo mucho que hace el otro para mantener esa unión viva y resulta que vives en un país multicolor?” Y eso se da y contamos algún caso en el libro.
Eso sí, como en la biología, hay adolescencias más duras, menos duras, pero lo importante es llegar a la madurez y una vez que la alcanzas todo tiende a ser más sencillo. Pero, eso sí, no hay recetas universales.
No hay una fórmula mágica.
Efectivamente, eso lo decimos mucho en el libro, que no hay una fórmula mágica. La gente querría un libro en el que, ante esta situación, se dijera “hay que hacer esto”, pero no puede ser, la vida es muy rica en matices y hay que tener una serie de cualidades. No todo el mundo está preparado para asumir esa responsabilidad.
Quizá eso tenga mucho que ver con una característica de las sociedades actuales, la del éxito rápido, la gratificación acelerada y querer llegar a la meta con el mínimo esfuerzo. Y eso pude ser frustrante.
Claro. Porque es que además no debemos olvidar que el matrimonio está fundado en el amor, no en la voluntad. La voluntad es muy importante, pero el amor es mucho más importante. El doctor Enrique Rojas dice sobre esta cuestión que hace falta el sentimiento, la voluntad y la razón o la inteligencia. Él habla mucho de inteligencia del amor. Hay veces que en el amor el sentimiento desaparece y la razón y la voluntad ayudan a recuperar ese sentimiento.
Incluso habla de espiritualidad, de una conexión espiritual cuando se llega al amor maduro, eso que se produce cuando decimos: “Sé lo que estás pensando”. Y es verdad, muchas veces se acierta con lo que está pensando el otro cuando llegas al amor. Eso es una conexión espiritual.
Hablando de amor maduro, no sé si choca con las estadísticas sobre el número de separaciones y divorcios, que aumentan precisamente en la edad madura, cuando los hijos han crecido y muchas de nuestras responsabilidades y compromisos desaparecen. El volver a encontrarse los dos puede ser complicado. ¿Qué reflexión haces sobre esto?
Sí, claro, en eso tienes muchísima razón. Y nosotros, como matrimonio, somos ejemplo de ello. Tuvimos cuatro hijos muy seguidos y nos metimos en un túnel para sacar las cosas a flote y cuando todo se relajó y el tubo empezó a ampliarse vimos que había vida detrás de todo aquello y nos dimos cuenta de que nos habíamos distanciado.
Lo principal es que nosotros en el libro recalcamos que la madurez en el amor no tiene nada que ver con la madurez de edad o el tiempo que llevas con tu pareja. Uno puede llevar 50 años de matrimonio y celebrar las bodas de oro y seguir en la pura y dura adolescencia, porque no han madurado ese amor, no han sido capaces de recuperar la chispa que se ha perdido durante la adolescencia, porque no se han sabido escuchar, no se han sabido comprender, no se han preocupado de disfrutar de esa relación.
Entonces, se han ido separando y encajando de la mejor manera posible, pero eso no es escuchar el matrimonio, han pasado a ser una especie de compañeros de piso bien avenidos, en el mejor de los casos. Entonces, pasa eso, que cuando llegan a los 50 o 60 o 70, que también tenemos casos de 70, pues se separan.
Porque entiendo además que en esos casos prevalece, como antes has subrayado, la voluntad por encima del amor.
Claro, se ha focalizado todo en la voluntad, en tirar del carro como sea, en no intentar dar un escándalo, pero no es eso. Tienes que preocuparte de disfrutar y lo primero de todo, tienes que estar cuando te casas muy convencido de lo que haces y enamorado, porque si no, no hay matrimonio. Será un contrato de bienes y servicios, pero no un matrimonio.
Si te has casado muy enamorado y ves que las cosas no van bien, lo que hay que hacer es preocuparse por recuperar esa chispa. Efectivamente, no se recupera de la noche a la mañana, sino que hay un trabajo por parte de los dos de volver a tener esa buena voluntad y, a partir de ahí, empezar a arreglar el matrimonio. Pero mientras desconfíen el uno del otro, no hay forma de avanzar.
Cuando hablamos con matrimonios con problemas, lo primero que les decimos es si los dos lo quieren arreglar o quieren demostrar que lo suyo tiene arreglo de cara a la familia y vienen a vernos simplemente para que les digamos que no hay nada que hacer. Si los dos lo quieren arreglar, pues es mucho más fácil y si no lo quieren arreglar, no hay forma de arreglarlo.
Parece muy evidente.
Lo tienen que arreglar ellos. Yo no puedo forzar la voluntad de nadie para que mantenga una relación de forma artificial. Si no quieres, no hay nada que hacer.
Esa circunstancia tiene también mucho que ver con otra de las ideas que destacáis en el libro, que el matrimonio es para disfrutarlo. Una palabra maravillosa, pero que tampoco debe ser fácil conseguir.
El mensaje nuestro es ese. Hay que volver a la esencia del matrimonio. Y la esencia del matrimonio es disfrutar del matrimonio. Porque el matrimonio está en la esencia del ser humano. A todo el mundo le gustaría encontrar una persona que estuviera enamorada de él y uno mismo de la otra persona y que compartieran la vida y que estuvieran enamorados, que disfrutaran de la vida. Eso todo el mundo lo quiere.
Luego, alguno lo puede ver como una cosa buena, pero que no es para él; u otros que lo pueden entender como una ensoñación, que eso no existe, pero que también lo ven como bueno. Y luego, claro, hay muchas personas que lo han vivido y lo quieren recuperar.
En todo caso, con los años creemos que se ha distorsionado mucho lo que es el matrimonio, que se ha inundado con muchos mitos, que hay que ir eliminándolos para llegar a la esencia, para que más gente, que de verdad se siente llamada por el matrimonio, se anime, quiera casarse, porque el tema es que a la gente que de verdad tiene cualidades le presentamos un matrimonio que no atrae.
Por ejemplo, las frases esas como: “los hijos son lo primero”. No, perdona, los hijos no son lo primero. Caemos en esa tentación, a nosotros nos pasó, y entonces, en vez de hablar de lo nuestro, hablamos de los hijos y es un error en el que cae casi todo el mundo.
Claro, porque la prioridad debe ser la unión, la pareja. El germen de todo lo que viene después.
¿De qué te sirven los hijos o todo lo demás si tú no disfrutas de esa relación?
Entre otras cosas porque además eso también trasciende a los propios hijos. Si no hay disfrute y no hay matrimonio…
Claro, claro. Por ejemplo, para nosotros el tema de las relaciones sexuales, y lo analizamos en nuestro anterior libro ‘Sexo para inconformistas’, es muy importante y lo vimos muy claro porque facilitan mucho el matrimonio. Y luego está otro mito y es el que incide en el olvido de uno mismo, que dice que si uno se olvida de sí mismo es garantía de un matrimonio feliz o cosas así.
Eso no es verdad, porque no solo no te tienes que olvidar de ti mismo, sino que tienes que saber recibir lo que el otro te quiere dar, porque, claro, llegaríamos al absurdo de que, si los dos están súper olvidados de sí mismos, no se enteran del esfuerzo que hace el otro por darte cosas.
Si tú no sabes lo que necesita tu mujer o tu marido en un determinado momento, ¿cómo le vas a ayudar o a dar lo que necesita?? Hay que preguntar, hay que decir, hay que disfrutar, hay que buscar los momentos para que cada uno cuente lo que lleva en el corazón, necesito que me abraces, que me dejes un espacio…