El 3 de mayo, Sevilla se vistió de gala para recibir una de las bodas más evocadoras de la temporada. En el corazón de la ciudad, la imponente Catedral sirvió como telón de fondo para el enlace entre Pepa Astolfi y Lorenzo Morejón, una pareja cuya unión no solo celebra el amor, sino también el legado, la estética y la tradición con un aire absolutamente contemporáneo.
La novia, sobrina del reconocido jinete Luis Astolfi e integrante de una familia vinculada al arte, la moda y la cultura andaluza, logró redefinir el concepto de novia clásica con una propuesta tan personal como sofisticada. A diferencia de lo esperado, no recurrió a las manos expertas de su hermana Blanca —diseñadora de la firma B.A.G. by Blanca Astolfi—, sino que se aventuró a crear su propio vestido, una elección que habla de carácter, sensibilidad estética y total autonomía creativa.
Una silueta etérea con espíritu de danza
Pepa Astolfi apostó por un diseño que parecía flotar más que caminar. Un vestido de gasa en tono marfil empolvado, con una caída suave y natural, fue el lienzo sobre el cual se tejieron los detalles más evocadores: un escote en “V” discreto, un fino cinturón con aplicaciones florales bordadas y una capa fluida con mangas vaporosas que capturaba la luz y el movimiento con cada paso. La elección, lejos de ser ostentosa, resultaba poética. La novia se transformó en una figura casi mitológica, una ninfa urbana con alma barroca.
La inspiración no era casual. Formada en danza desde niña, Pepa quiso incorporar esa parte de su identidad a través de gestos sutiles: los volúmenes aireados, la cadencia del tejido, la manera en que el vestido respiraba con ella. Era un diseño pensado no solo para lucirse, sino para moverse, para vivir.


Accesorios que cuentan historias
Como dicta el estilo de las novias con visión editorial, cada accesorio tenía una narrativa propia. El ramo, una composición monocromática de rosas inglesas David Austin, se presentó atado con una cinta de terciopelo azul noche, aportando un contraste cromático inesperado y exquisito. En su cabello, un tocado firmado por Ana Lamata —inspirado en El lago de los cisnes— evocaba la formación dancística de la novia, y se integraba con sutileza al peinado bajo, elaborado con naturalidad casi sin artificio.
El calzado, elegido con audacia, rompió el blanco absoluto: unos salones joya en azul Klein de Manolo Blahnik que conectaban con el ramo y servían como guiño moderno a la tradición del “algo azul”. El conjunto se completaba con joyas de herencia y un anillo de Suárez que aportaba brillo sin restar delicadeza.
La celebración: tradición reinterpretada
La recepción tuvo lugar en un enclave muy especial para la familia Astolfi: la Finca Majadallana. Enclavada en la campiña sevillana y con décadas de historia ganadera, esta propiedad familiar aportó autenticidad, arraigo y una estética natural sin necesidad de artificios. El entorno, marcado por el verde suave de los campos y el aire campestre de las dehesas andaluzas, fue el marco perfecto para una celebración que evitó el exceso en favor de la elegancia discreta.
Decorada con sensibilidad y buen gusto, la celebración integró elementos florales silvestres, mesas sin ostentación pero llenas de detalles cuidados, y una ambientación que fluía con la personalidad de los novios: sofisticada pero sin afectación, lujosa pero siempre con los pies en la tierra.
Una lista de invitados con sabor aristocrático
Entre los asistentes se encontraban miembros de la alta sociedad sevillana, amigos del mundo ecuestre, y figuras conocidas del panorama social español. La presencia de la infanta Elena, amiga cercana de la familia, reafirmó el carácter institucional —casi regio— del enlace. Sin embargo, lejos de parecer una boda de escaparate, todo respiraba autenticidad y calidez, como si el protocolo hubiese aprendido a relajarse sin dejar de ser distinguido.


Pepa Astolfi: Un nuevo referente para las novias del sur
En un año en el que las bodas tienden hacia lo íntimo, lo significativo y lo artesanal, la de Pepa Astolfi y Lorenzo Morejón se alza como un ejemplo de cómo lo tradicional puede convivir con lo contemporáneo. Desde la decisión de diseñar su propio vestido hasta la elección de una finca familiar como escenario, todo en esta boda hablaba de coherencia, estilo y corazón, ¡Que seáis muy felices!
