José Ángel y Sonia decidieron hace un par de años casarse en Murcia, concretamente en el Cabo de Palos, una de las reservas naturales más bellas de nuestro país. Hasta aquí, todo normal, si no fuera porque decidieron hacerlo a seis metros bajo el agua. Lo que comúnmente viene siendo una boda submarina, con sus gafas de buceo y sus botellas de oxígeno, pero también con su champán, su vestido blanco y su ramo de flores.
Sonia y José Ángel son, en realidad, una muestra más de una tendencia que se viene imponiendo en el ámbito nupcial: originalidad y exclusividad. Ahora, muchos novios quieren una boda diferente, que se aleje de los parámetros más clásicos y de las tradiciones más seculares, que son sinónimo de normalidad y, por lo tanto, algo de lo que poder prescindir.
Las redes sociales, el reclamo público y la necesidad de destacar en un contexto general y heterogéneo, llevan a muchas parejas a explorar nuevos territorios nupciales y nuevas sensaciones. Se trata, además de huir de “lo de siempre”, de proyectar lo insólito entre tanta voz que ‘pide paso’. Destacar, estar y ser.
José Ángel y Sonia, que no han sido los primeros ni serán los últimos en casarse bajo el agua, son el ejemplo perfecto de una realidad que, con el paso del tiempo, irá superando a la ficción.
Visto lo visto, las agencias aprovechan la tendencia para exponer sus ofertas y presentar sus catálogos alternativos y exclusivos. Como Anantara, que ofrece su paquete submarino en Maldivas, con instructor privado, ceremonia submarina, presentación de los anillos en una concha y adopción de corales.
En paracaídas o entre el hielo
Otra posibilidad es darse el “sí, quiero” en paracaídas. Es lo que hace un año practicó una pareja para asombro de todos los que lo contemplaron desde las redes sociales. Los novios se dieron el “sí, quiero” en lo alto de un acantilado para, acto seguido, junto a los invitados y el cura, lanzarse al vacío y comprobar en carne propia el juramento de amor eterno.
Pero aquí no acaba la cosa porque a comienzos de este mes de noviembre, Roberta Mancino, apodada como la ‘paracaidista más sexy del mundo’, celebró su boda, junto a su pareja, lanzándose desde un avión y leyendo los votos de cabeza y a más de 10.000 pies de altura.
Y desde las cálidas aguas de Maldivas y los azules y templados cielos del sur de Europa a las frías tierras de Finlandia, Noruega y Laponia. ¿Para qué? Pues para casarse en una capilla de hielo, en un iglú de cristal o en la nieve bajo la Aurora Boreal. Una experiencia única, limitada a los muy aventureros y a los que el frío revitaliza. Aquí, las muchas agencias que ofertan este tipo de bodas ofrecen trineos tirados por renos, la compañía de nativos vestidos con trajes tradicionales y la posibilidad de adquirir botas, pieles y prendas térmicas para utilizar sobre y debajo del vestido. Una boda bajo cero es una boda para no parar y el escenario perfecto para deleitarse entre pieles de oso y bajo la noche estrellada.
Y del frío nórdico regresamos a las cálidas temperaturas del sur, concretamente a Kenia y Tanzania, escenarios para cumplimentar una boda entre leones, elefantes, jirafas y cebras. Las ceremonias de safari son cada vez más populares y la opción de un buen número de parejas, que buscan la comodidad y la exclusividad dentro de lo salvaje y brutal. Easy Travel, por ejemplo, os pondrá en el Serengueti o a los pies del cráter del Ngorongoro, junto al pueblo masái, en lodges de lujo y exclusivas casas de safari.
Bodas temáticas
Y más allá de esos destinos y lugares diferentes y exclusivos, se sitúan las bodas temáticas, en las que se escoge un tema que será el que domine tanto la ceremonia como la recepción. Son también tendencia y un ejemplo de la personalización y la experiencia única e inolvidable.
Eso es, precisamente, lo que pensó la pareja que hace unos días organizó una boda inspirada en un aeropuerto. Fue organizada por la agencia de eventos @cecibodas y la ceremonia emulaba a la perfección el ambiente de una terminal. Los invitados eran recibidos bajo un gran cartel que imitaba el área de Departures (salidas) y una azafata revisaba las invitaciones, que en este caso funcionaban como “billetes de avión”. Además, una pantalla gigante, como las que nos encontramos en los aeropuertos, indicaba los nombres de los invitados junto a una hora y un destino asignado, que indicaba su mesa.
