En nuestro país aún se recuerda el beso de un portero a una periodista. Un beso que era el colofón perfecto a una victoria histórica. Era el 11 de julio de 2010 y minutos antes Andrés Iniesta ascendía a la gloria futbolera con un gol de leyenda que daba a España el Mundial de Sudáfrica.
El portero era Iker Casillas y la periodista, Sara Carbonero. En el frenesí posterior y con la euforia lógica, el capitán no se pudo aguantar y mientras que Carbonero le entrevistaba en directo, le plantó un beso. Tan traicionero como esperado. ‘El beso de España’ dijeron muchos.
Pues bien, esa muestra apasionada de cariño, joven y efervescente, no es un caso aislado en el mundo del deporte y la Olimpiada es una muestra perfecta de ello. El mayor acontecimiento deportivo del mundo es también el escenario ideal para muestras de amor improvisadas, besos robados y declaraciones a la luz del videomarcador.
París: alegría y desgracia
Acaban de arrancar los Juegos Olímpicos en la ‘Ciudad del Amor’ y ya tenemos las dos primeras y sonadas peticiones de matrimonio. Un par de días antes de la ceremonia de inauguración, Pablo Simonet, jugador de balonmano de Argentina, aprovechó la visita que la delegación estaba haciendo por la ciudad de París para, frente al Sena, arrodillarse, sacar una cajita de su bolsillo y pedir matrimonio a su novia, la jugadora de hockey hierba Pili Campoy.
La segunda, nos toca de lleno. A los pocos días de comenzar la competición, José Antonio Aranda, judoca olímpico español, pedía matrimonio a la también judoca Laura Martínez, que se quedó a las puertas de conseguir la medalla de bronce. ¿Y dónde? Pues a los pies de la Torre Eiffel. Para que luego digan que las tradiciones están sucumbiendo al ritmo frenético de los nuevos tiempos.
Aranda, como Simonet: rodilla en tierra y cajita en la mano. Hincar la rodilla significa la entrega de sentimientos y el ofrecimiento de amor para la eternidad y, por lo general, lleva incluido el gesto de la entrega de un anillo de compromiso, que suponemos que es lo que contenían las dos cajitas. Así que, José Antonio y Pablo cumplieron con el ritual a la perfección. Y ellas, en su papel. Todo perfecto.
Pero a vueltas con el anillo, aquí no acaba la cosa. El día después de la pasada por agua ceremonia inaugural conocíamos que Gianmarco Tamberi, abanderado italiano, veía como su anillo de bodas caía al Sena para siempre producto del ímpetu y de la emoción con la que arrancan siempre los Juegos.
“Lo siento, mi amor, lo siento mucho. Demasiada agua, demasiados kilos perdidos en los últimos meses o tal vez el incontrolable entusiasmo de lo que estábamos haciendo”, escribía el saltador de altura y oro olímpico en Tokio en sus redes sociales. Y finalizaba: “Si quieres, lanzaremos el tuyo a ese río, también, para que estén juntos para siempre y tendremos una excusa más para, como siempre has pedido, renovar nuestros votos y casarnos de nuevo”. ¡Vive l’amour!
“Ahora me tengo que ir”
Tres años antes, en Tokio 2021 -la Olimpiada se retrasó un año por los efectos de la pandemia de coronavirus-, la esgrimista argentina Belén Pérez estaba siendo entrevistada una vez eliminada de la competición, cuando apareció un hombre detrás de ella con una hoja en la que se podía leer: “Flaca, ¿te querés casar conmigo? Po favó”. Resulta que el hombre en cuestión era su entrenador y la petición era el resultado de muchos años de roce más allá del terreno profesional. Ella respondió que sí. Lo mismo, hasta lo que sabemos, que el resto de las afortunadas.
En los Juegos Paralímpicos de la ciudad asiática, el guía Manuel Antonio Vaz da Veiga sorprendió a la atleta de Cabo Verde, Keula Nidreia, pidiéndole matrimonio sobre la pista del Estadio Olímpico una vez finalizada su prueba, los 200 metros lisos, en la que, por cierto, no lograron clasificarse para la siguiente ronda. Hecho que no oscureció el final feliz.
Eso sí, no todo va a ser cuestión de deportistas y cuerpos esculturales. En Londres 2012, un joven relevista británico, que portaba en ese momento la antorcha, al pasar cerca de donde se encontraba su novia, ni corto ni perezoso, se arrodilló ante ella, sacó un anillo y le pidió matrimonio. Después de besarla, cogió de nuevo la antorcha y le dijo: “ahora me tengo que ir”.
Río, récord de peticiones
Pero, sin duda, el récord de peticiones lo tiene Río 2016. La ciudad brasileña, como no podía ser de otra forma, fue el escenario perfecto para unas cuantas escenas románticas.
La primera se produjo una vez finalizado un encuentro de rugby femenino. Enya, que trabajaba como voluntaria en la Olimpiada, pasó al terreno de juego, cogió un micrófono y pidió matrimonio a la jugadora brasileña Isadora Cerullo. Unos días después, la saltadora de trampolín china He Zi recibía de su novio, saltador como ella, la consiguiente sortija, acompañada de una flor, delante de las cámaras y del público que abarrotaba el centro acuático.
El 15 de agosto se producían dos peticiones en un mismo día. La británica y medallista de oro en hípica Charlotte Dujardin de su novio, Dean Wyatt Golding, que en un cartel escribía: “¿Te vas a casar conmigo ahora?”. Y horas después, el marchista británico Tom Bosworth pedía la mano de su novio en plena playa de Copacabana… Y así, unas cuántas más. ¿Qué tendrá Río de Janeiro? ¿Qué tendrá?