Ernesto, de profesión: ‘Destrozabodas’

By Javier Sedano
27 de septiembre de 2024

Ernesto es un emprendedor de libro, un tipo que ha dado con la tecla. Ernesto tiene un negocio que, hasta la fecha, le funciona como la seda: se dedica a destrozar bodas o, como el mismo dice, a “liberar”. Ha detectado un problema y ha pensado en una solución. Ernesto Reinares es un héroe sin capa y un villano de andar por casa. Es un brillante oportunista, que ha triunfado y del que se habla en medio mundo.

En realidad, todo empezó como una broma, pero la iniciativa ha ido tomando cuerpo hasta convertirse en un negocio con todas las de la ley. Por un precio de 500 euros, Ernesto, el ‘destrozabodas’, acude allí donde le llaman para echar una mano a los o a las que no saben decir que no, a los o a las que dudan o a los o a las que simplemente temen. No importa el sexo.

“Si tienes dudas o no te quieres casar y no sabes cómo negarte, no te preocupes, yo me opondré a tu enlace… Sé que puede parecer una broma, pero no lo es”, escribió en un mensaje inicial en internet. Y ahí sigue, entre Ernesto Sevilla y Ernesto ‘Che’ Guevara.

Plus de peligrosidad

¿Y cómo trabaja Ernesto? Pues de una manera muy elemental. Durante la ceremonia aparece en mitad de todos los presentes y grita que se opone al compromiso, que el novio o la novia son “el gran amor de su vida”, para luego largarse cogidos de la mano y fingiendo una fuga. Hay que reconocer que Ernesto tiene un par…

“Para quien esté apurado por casarse es una liberación que aparezca yo por la puerta. Es que además lo puedo hacer muy rápido, llegas, la coges y te la llevas volando”, reconocía Ernesto al programa Y ahora Sonsoles de Antena 3.

Pero, claro, la táctica tiene sus riesgos y el trabajo de Ernesto trae consigo un plus de peligrosidad evidente porque a muy pocos nos gusta que nos estropeen la fiesta, mucho más cuando la fiesta ya está pagada y en marcha. “Tú entras ahí y puede ser que te la lleves caliente. Estás reventando una boda con lo que conlleva: gastos del restaurante, trajes… Viene el padrino o el padre de la novia y me cruza la cara”, afirma Ernesto.

Ese plus de peligrosidad tiene un coste mínimo de 50 euros, que es a lo que cotiza el tortazo. “Yo intento correr, pero soy consciente de que cada vez que me pegan cobro más, entonces voy un poco más lento”. Ernesto, conocedor de sus oportunidades y fortalezas, exprime el negocio hasta la última gota. Apaleado, pero digno.

No hay billetes

Si la boda pilla lejos, el desplazamiento son alrededor de 100 euros, todo depende del destino. Así que, resumiendo: 500 euros de tarifa fija + 100 euros de media por el desplazamiento + 50 euros por cada puñetazo, patada…

Eso sí, como en cualquier otro negocio, las cosas a veces no salen como uno las tiene pensadas y, en ese caso, “si no sale bien pues me invitan al lunch y cosas así”. También puede ocurrir que en el último momento la novia o el novio se retracten. El miedo es libre y de valientes están llenos los cementerios.

El caso es que Ernesto, sin necesidad de pasar por las aulas de la London Business School, ha puesto en marcha un negocio que funciona, que se ha convertido en un fenómeno en las redes sociales y del que se han hecho eco medios de comunicación de acá y de acullá. “Tengo todo completo hasta el 2 de noviembre”. Y lanza un aviso: “Las bodas posteriores al 2 de noviembre que intenten retrasarlas hasta marzo o así y me quedo un poco más liberado”. Ernesto ha colgado el cartel de no hay billetes.

Plantadas y plantados en el altar

Lo de dejar tirado o tirada en al altar al novio o a la novia es tan viejo como el hilo negro. Pasar de la marcha nupcial de Mendelssohn o de Mozart al silencio de unos invitados asombrados con cara de tontos solo hay un paso. Y sin necesidad de contar con Ernesto.

O si no que se lo pregunten a Carmen Otte Alba, a quien el torero Juan Ortega dejó plantada en el altar y a más de 500 invitados con la boca abierta. Salió disparado y se refugió en su casa de Sevilla. Ole, ole y ole. O a Natalia Verbeke que, sin necesidad de esperar a tanto, dejó plantada a su pareja, el chef argentino Jaime Rendo, cuatro días antes de la boda. Y lo mismo hizo Julia Roberts con Kiefer Sutherland, a quien abandonó 72 horas antes del enlace para fugarse a Irlanda con Jason Patric, el entonces mejor amigo del novio. Semanas antes, Sutherland había buscado acomodo entre los brazos de una bailarina de striptease.

Pero a grandes males, grandes remedios. Eso es, al menos. lo que debió pensar el padre de un novio que decidió en el último momento escurrir el bulto. Sucedió en agosto del pasado año. Una novia en la India acabó siendo plantada en el altar por su prometido y el padre del novio, ni corto ni perezoso, asumió la responsabilidad, decidió casarse con ella y seguir adelante con la ceremonia. Los 1.600 euros del coste de la boda tenían la culpa.

Help me

El cine también ha tocado el tema porque, reconozcámoslo, la escena es de lo más ‘apetecible’. Suficiente para llenar horas de chismorreo y días enteros de cotilleo. Curiosamente, Julia Roberts protagonizaba en 1999 ‘Novia a la fuga’, en la que un periodista (Richard Gere) escucha la historia de Maggie, una mujer que siempre deja plantados a sus novios en el altar. En ‘Cuatro bodas y un funeral’ (1994), Charles (Hugh Grant), tras reconocer en el mismo altar que ama a otra persona, deja plantada a Henrietta. Andie MacDowell tenía la culpa. O la española ‘Primos’ (2011) en la que unos días antes de la boda, Diego (Quim Gutiérrez) se queda compuesto y sin novia.

Y quedémonos con una última historia. En Jalisco, México, un novio decidió escribir en color blanco en las suelas de sus zapatos la palabra inglesa Help me, que significa “Ayúdame”, que se leyó perfectamente cuando el novio se arrodilló en el altar para dar el “sí, quiero”. Es la imagen principal del artículo. Se trataba de una broma, pero a muchos de los invitados les entró un sudor frío, inevitable en estos casos.

El mismo sudor que padece el novio o la novia minutos antes de entrar en escena Ernesto.

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