Temo a un beso
lo mismo que a una abeja.
Sufro y el insomnio no me deja descansar:
Temo a un beso.
Así confesaba el poeta francés Paul Verlaine sus emociones ante uno de los instantes más intensos y perturbadores de nuestras vidas, el del beso a la persona amada.
Mucho más, si se trata del primero. Del que abre la puerta del asombro, de la imaginación y del éxtasis. Del placer inimaginado, como escribe D’Annunzio:
¿Has comido alguna vez ciertas confituras de Constantinopla, tiernas como una pulpa, hechas de bergamota, flores de naranjo y rosas, que perfuman el aliento para toda la vida? La boca de Giulia es una confitura oriental.
Los besos nos acompañan en nuestra cotidiana vida. Legales, temerosos, valientes o robados. Nos besamos para saludar, para desear suerte, para acompañar en la felicidad y en la desgracia, para mostrar cariño, respeto y amor. Nos besamos para vivir.
Por eso es un símbolo en el acto que celebra el matrimonio. En las bodas es el encargado de sellar los votos matrimoniales y cerrar la ceremonia, dando paso a una nueva etapa como marido y mujer. Un momento inolvidable y una tradición más que queremos recuperar y recordar aquí.
“Puedes besar a la novia”
Lo cierto es que el beso en el altar tras la mítica frase “puedes besar a la novia” no es obligatorio en la ceremonia religiosa y, en la mayor parte de los casos, dependerá del sacerdote decirla o no -o incluso del acuerdo al que se llegue con los novios-. En todo caso, muchas parejas comparten la emoción de ese beso público, que supone el colofón a un momento especial, una vez que la pareja comulga y bebe el cáliz y después del tan esperado “yo os declaro marido y mujer”, que tantas y tantas veces hemos visto en el cine.
Es más habitual en el caso de las bodas civiles, en el momento en que la autoridad de la ceremonia expresa que les declara unidos en matrimonio.
Pero ¿por qué en ese momento se puede besar a la novia? ¿por qué ese permiso? Viene de lejos, como también vimos con la tradición del padre acompañando a la novia al altar. En la antigüedad, las parejas no podían tener ningún contacto físico y mucho menos besarse antes de la ceremonia del matrimonio, así que el acto mismo del beso se cumple cuando se consuma públicamente el ritual legal y simbólico del casamiento. El cierre a un hecho aceptado y compartido.
Para otros, ese primer beso supone una explicación mística y representa la unión de las dos almas en una sola.
Sea como fuere, el beso supone el cierre del acto matrimonial, costumbre que proviene también de la antigua Roma, donde todos los pactos se sellaban con un beso. Un beso que, seguro, es el colofón a otros muchos que le han precedido. A otros, que, desde la inocencia a la razón, han ido conformando un viaje compartido.
¿Desde cuándo nos besamos en los labios?
El acto tan natural y común de besarse en los labios, aunque pueda parecer que siempre nos ha acompañado, no es fácil de comprender y su origen aún sigue siendo debatido e interpretado.
Hasta no hace mucho se pensaba que los besos romántico-sexuales tenían su origen en la India, alrededor del año 1.500 a.C. En cambio, ahora se sabe que ya estaban documentados en la antigua Mesopotamia, los actuales Irak y Siria, desde al menos el año 2.500 a C. y formaban parte de la vida cotidiana del Medio Oriente, preferiblemente entre las parejas casadas, y también de los actos de los dioses. Los besos en la civilización.
…con la diosa Ninhursag, tuvo relaciones sexuales. Él la besó. Él impregnó su útero con el semen de siete gemelos.