Dos años han pasado desde la muerte de la reina Isabel II, aquella que no estaba destinada a llevar la corona y a la que el destino y su tío colocaron en el camino sagrado del Reino Unido. Dos años aletargados, como el Rey, en los que no se ha aclarado mucho el futuro de la monarquía británica ni de la propia nación, porque, más allá de esporádicas decisiones de cierto peso, la corona, en la figura de Carlos III, se mueve entre la intermitencia -producto de su estado de salud-, la incertidumbre y las ideas triviales.
Precisamente, hemos sabido que la finca del castillo Balmoral, donde la reina pasaba los veranos y donde falleció a los 96 años, ha presentado planes para convertir uno de sus edificios en un espacio dedicado a la celebración de bodas, aunque, eso sí, no estarán abiertas al público en general.
Una decisión que, en buena medida, explica la situación actual de la monarquía británica, teniendo en cuenta que se trataba del castillo favorito de la reina Isabel II, como ella mismo reconocía. La serie The Crown lo explica perfectamente.
Balmoral abre sus puertas
Pues bien, la idea es que las ceremonias tengan lugar en el edificio conocido como Queen’s Building, situado a cientos de metros del castillo principal y que actualmente se utiliza para visitas y para eventos del personal. El espacio podría llegar a albergar hasta 277 invitados, incluyendo actuaciones en directo, música y servicio de alcohol hasta las 00:30 horas. Entre las propuestas también se incluye el uso de un patio exterior para 144 invitados adicionales.
En todo caso, como ha subrayado algún portavoz de la residencia real, no hay planes para que la finca celebre bodas de carácter comercial, así que todo quedaría reducido a muy pocas celebraciones al año, muy exclusivas y siempre con el visto bueno de la corona.
El castillo de Balmoral, en las Tierras Altas de Escocia, es residencia vacacional de la familia real desde 1852 y el propio Rey ha seguido con esa tradición, aunque no ha tardado en incorporar novedades, como esta de las bodas o como como abrir este pasado verano, por primera vez, las puertas del castillo al público en general por el módico precio de 100 libras (unos 119 euros) por persona y 150 libras (unos 180 euros) si se incluye el tradicional afternoon tea. Una decisión acorde con una de las coronas más ricas y con mayor patrimonio del mundo. Se entiende.
Balmoral pasará así a formar parte de un exclusivo listado de castillos, palacios y edificios reales que, distribuidos por el mundo, han abierto sus vetustas puertas y férreos muros para acoger celebraciones de todo tipo y eventos de toda condición. La necesidad, entre otras razones, por conseguir ingresos extra y liquidez ha llevado a ciertas coronas, nobles y gobiernos a destapar muchos de esos espacios, cerrados durante siglos a las miradas turbias del público llano. Esta es solo una pequeña muestra. Significativa, pero la lista da para mucho más.
Palacio de Versalles, Francia.
El palacio por excelencia, la más legendaria de las residencias reales y un símbolo de Francia y de lo que significaba la monarquía. Sigue siendo secreto de Estado, pero algunos de sus salones y estancias se alquilan a multimillonarios para que celebren sus fiestas privadas y bodas exclusivas. En uno de esos suntuosos espacios celebró su nuevo matrimonio Kim Kardashian con el rapero Kanye West y la directora del palacio lo justificó así: “Con el dinero de esa velada podremos restaurar uno de los salones de los apartamentos reales”. El precio del alquiler por una noche rondaría los 160.000 euros, pero son especulaciones. No tiene valor.
Palacio de Kensington, Inglaterra
En pleno centro de Londres se levanta el sencillo Palacio de Kensington, residencia real e historia de la corona. Aquí nació y creció la reina Victoria antes de ascender al trono. En la actualidad, se alojan los duques de Kent y los duques de Gloucester. Fue la residencia oficial, hasta el día de su muerte, de Diana, princesa de Gales; y los duques Guillermo y Catalina ocuparon uno de sus apartamentos hasta 2022. El palacio está disponible para un número limitado de bodas cada año y sus diversos y magníficos espacios -sala de la cúpula, sala de dibujo del rey, la galería del rey o el invernadero- pueden albergar hasta 150 invitados.
Castillo de Neuschwanstein, Alemania
Una de las estampas icónicas de Alemania y el edificio más fotografiado del país, el castillo de Neuschwanstein, en Baviera, se levantó – “en uno de los lugares más bellos que se puedan encontrar”- gracias a la perseverancia, a la fantasía y al ideal del rey Luis II de Baviera en 1869. Un escenario teatral habitable y un templo de amistad dedicado a la vida y a la obra de Richard Wagner, uno de los más insignes compositores alemanes. Algunos siguen asegurando que se trata del castillo que inspiró a Walt Disney para crear el de la Bella Durmiente. Sea o no, lo que no cabe duda es que se trata de un lugar mágico para celebrar una boda.
Castillo de Sudeley, Inglaterra
Embriagador, romántico y misterioso. Así es el castillo de Sudeley, situado en el bonito pueblo de Winchcombe, al sur de Inglaterra. Desde sus inicios -construido en el siglo XII- estuvo ligado a la corona británica. Eduardo IV y Ricardo III fueron sus primeros propietarios, pero fue Enrique VIII el que trajo aquí a su sexta esposa, Katherine Parr, que se quedó prendada del lugar para siempre. Precisamente, sus restos descansan en la capilla del castillo. La reina Isabel I también eligió este lugar como estancia temporal. Un lugar evocador y un monumento al romanticismo, como lo demuestran las muchas bodas que allí se celebran.
Castillo de Chambord, Francia
Se trata del más grande y de uno de los castillos más sugerentes del ya evocador Valle del Loira. Símbolo del poderío del rey Francisco I, que lo levantó como pabellón de caza y acabó convirtiéndose en uno de los más bellos castillos del Renacimiento. Patrimonio de la Humanidad desde 1981. Su construcción comenzó en 1519 y finalizó en 1685, con Luis XIV. Chambord es arquitectura y paisaje, magia y romanticismo. Un lugar de cuento de hadas para celebrar una boda en alguna de sus estancias privadas o en el hotel que se levanta dentro de las 5.440 hectáreas del castillo.
Castillo de Glamis, Escocia
Hay quien asegura que se trata del castillo más embrujado de toda Escocia, lo que es mucho asegurar. La historia de Glamis está ligada a la familia real británica, desde su construcción y hasta el nacimiento entre sus muros de la princesa Margarita, segunda hija de Jorge VI y hermana pequeña de la reina Isabel II. En Glamis se llevan celebrando bodas desde 1376 e innumerables parejas han sucumbido al encanto romántico de sus muros y a sus inigualables jardines, que albergan una carpa para 200 invitados. Su comedor victoriano, su salón del siglo XVII y las habitaciones del siglo XVI conforman un escenario de ensueño.