¡Han pasado 77 años! Y cuánto juego nos sigue dando la corona británica. Si no existiera, habría que inventarla. Es un comodín perfecto para hablar de bodas, divorcios, separaciones, celebraciones, tradición, lugares de ensueño… y anécdotas. Tan variadas como atrayentes, tan solemnes como disparatadas. Como la monarquía misma.
Ahora hemos conocido una que no tiene desperdicio. Todo empieza un 20 de noviembre de 1947. La entonces princesa Isabel (Isabel II) y Felipe Mountbatten (Felipe de Edimburgo) contraen matrimonio en la Abadía de Westminster ante 2.000 invitados, 10 de ellos monarcas de pleno derecho. Se trata de la primera boda real retransmitida a todo el planeta a través de la BBC, que lleva la ceremonia a más de 200 millones de personas. Aseguran que cerca de un millón de británicos salieron a la calle para ver la comitiva nupcial.
Sin muchos lujos
Tal cantidad de gente se podría interpretar como lógica porque, entre otras razones, existía una necesidad imparable de celebrar. Se trataba del primer enlace tras la II Guerra Mundial y, por lo tanto, simbolizaba la llegada de nuevos tiempos ‘felices’ tras la crueldad de un conflicto que había dejado al país devastado y sumido en la miseria.
Tanto, que incluso la ceremonia no gozó de muchos lujos, hasta el punto de que la futura reina tuvo que utilizar cupones de racionamiento para comprar el material de su vestido de boda -diseñado por el modisto Norman Hartnell- color marfil en satén duquesa y decorado con hilos de oro y plata, perlas, lentejuelas y cristales. En su elaboración participaron 25 costureras y 10 bordadores.
El almuerzo nupcial, justo después de la ceremonia, tuvo lugar en el Palacio de Buckingham. Según cuentan las crónicas, el menú “austero” consistió en Filet de Sole Mountbatten, Perdreau en Casserole y Bombe Glacée Princesa Isabel. La pareja recibió 2.500 regalos de boda provenientes de todo el mundo y los invitados se tuvieron que conformar con ramilletes de mirto y flor de brezo blanco de Balmoral.
Un precio de 2.200 libras
Y llegamos a la tarta principal, motivo de nuestra historia. Medía casi tres metros de alto y tenía cuatro pisos. Dicen que los ingredientes también fueron un regalo y provenían de todas las partes del mundo. De hecho, la llamaron “la tarta de las diez mil millas”. Estaba decorada con los escudos de armas de las dos familias y se cortó con la espada del duque de Mountbatten, que había recibido de manos del rey Jorge VI como regalo de bodas.
Pues bien, 77 años después, un trozo de esa tarta ha sido adquirido en subasta por un ciudadano chino por 2.200 libras, unos 2.700 euros. Lo curioso del caso es que el trozo en cuestión fue hallado debajo de una cama. Al parecer, pertenecía a Marion Polson, ama de llaves de la residencia real Holyroodhouse -Edimburgo-, entre 1931 y 1969. La señora Polson recibió el pedazo de tarta de manos de los novios en agradecimiento a su labor y al regalo que les hizo, un servicio de postres, y lo conservó intacto dentro de una maleta hasta su muerte, en la década de los años 80 del pasado siglo, cuando la familia halló el valioso recuerdo entre sus pertenencias.
Se encontraba con su presentación original y se conservaba con una carta de Isabel fechada en noviembre de 1947 y en la que la futura reina escribía: “Mi esposo y yo estamos profundamente conmovidos al saber que usted participó en darnos un regalo de bodas tan encantador. Ambos estamos encantados con el servicio de postres; las diferentes flores y el hermoso colorido serán, lo sé, muy admirados por todos los que lo vean”.
Más trozos de tarta
El artículo ha tenido un precio de salida de 500 libras y la propia casa de subastas Reeman Dansie lo ha catalogado como un “verdadero hallazgo, una pequeña cápsula del tiempo de un pastel glorioso”. La caja de la señora Polson es una de esas 2.000 elegantes cajitas que los novios repartieron con el pastel y una carta de dedicatoria.
Lo cierto es que no es la primera vez que se subasta un pedazo de tarta ‘monárquica’. Hace unos años salió a subasta un trozo del pastel de la boda de Lady Di y el actual rey Carlos III. Había sido conservado por Moyra Smith, una empleada de la Reina Madre en Clarence House y que también recibió el trozo como obsequio. Alcanzó un precio de 1.850 libras. De este enlace se han subastado varios.
También se ha llegado a subastar un trozo de pastel nupcial de la boda del príncipe Guillermo y Kate Midleton. Y también varios del que se sirvió en el enlace del príncipe Enrique con la actriz Meghan Markle. En realidad, todas las grandes bodas de la realeza británica han contado con su consiguiente subasta de tarta nupcial. Se ha convertido en toda una tradición.
De las bragas de Victoria al camisón de Isabel
Fuera ya de los recurrentes trozos de tarta, por las más ilustres casas de subastas británicas han pasado otros muchos objetos, variados y ligados o no a ceremonias nupciales. Por ejemplo, las bragas de la reina Victoria de Inglaterra que alcanzaron en 2015 un precio de 17.200 euros. La prenda tenía una cintura de 114 centímetros y un bordado con las letras VR, las iniciales de la soberana. O 10 vestidos que pertenecieron a Diana de Gales y que el comprador los adquirió por casi un millón de euros en 2013.
También han sido subastadas misivas personales de Isabel II, incluso uno de sus camisones rosas que la reina usaba para dormir, así como fotos de su juventud o imágenes inéditas del enlace de Carlos y Diana.