Llueve sobre Londres. Charles y Carrie, empapados en la calle, uno frente al otro:
– Charles: “La culpa ha sido mía, yo soy el único cabrón de esta historia, pero ha servido para demostrar que el matrimonio y yo no estamos hechos el uno para el otro y ha servido para demostrar algo más. Cuando estaba allí, delante del altar, por primera vez en mi vida me di cuenta de que estaba perdidamente enamorado de una mujer y que esa mujer no era la que estaba a mi lado, sino la mujer que está delante de mí ahora, bajo la lluvia”
– Carrie: ¿Aún llueve?, no me había dado cuenta.
– Charles: “Quiero hacerte una pregunta, ¿crees que cuando nos hayamos secado y hayamos pasado juntos mucho tiempo aceptarías no casarte conmigo? y ¿crees que no casarte conmigo podría convertirse para ti en algo que durara para el resto de tu vida? ¿Quieres?
– Carrie: “Sí, quiero”
Charles y Carrie se besan apasionadamente. La cámara se eleva hacia el nublado cielo londinense. Un rayo cruza la escena y se oye un trueno. FIN.
Un éxito inesperado
Así termina Cuatro bodas y un funeral, la emblemática comedia romántica, dirigida por Mike Newell, que se estrenó en España un 26 de agosto de 1994, hace ahora 30 años. Una secuencia final, aún recordada y repetida hasta la saciedad, que era el colofón perfecto a una de las historias de amor de más éxito de los noventa y que arrasó en las taquillas de todo el mundo.
La cinta, que contó con un presupuesto de algo más de cuatro millones de dólares, llegó a recaudar más de 245 millones y durante algún tiempo se convirtió en la película británica más taquillera de la historia.
Pero eso no es todo, porque la película cambió para siempre las carreras de Hugh Grant (Charles), Andie MacDowell (Carrie), Mike Newell (director) y de Richard Curtis (guionista), además de elevar a los altares a un grupo de espléndidos secundarios, encabezados por Simon Callow, entre los que se encontraban Charlotte Coleman y el magnífico John Hannah, que ponían la guinda a una historia coral y desacomplejada.
Cuatro bodas y un funeral obtuvo dos nominaciones a los Oscar (mejor película y mejor guion original); Grant consiguió el Globo de Oro al mejor actor principal; el film barrió en los Premios BAFTA; fue reconocida como la mejor película extranjera en los César; y Curtis fue premiado con el mejor guion original por el Sindicato de Guionistas. Un Richard Curtis que a partir de ese momento compartiría un camino de éxito y consolidación junto a Hugh Grant, rodando historias como Notting Hill (1999), el Diario de Bridget Jones (2001) o Love actually (2003), que exprimieron alguna línea argumental y muchos giros de guion planteados años antes en la cinta producida por Working Title y distribuida por PolyGram.
“Una total y absoluta basura”
Sin embargo, como ha ocurrido muchas otras veces en la industria cinematográfica, inicialmente muy pocos confiaban en las bondades y en el éxito del proyecto. Cuenta en sus memorias el actor neozelandés Sam Neil que cenando en Londres con Hugh Grant, poco después de Sirenas, le preguntó por lo que había estado haciendo y Grant le contestó: “Oh, una completa mierda llamada ‘Cuatro bodas y un funeral’. Mike Newell no reconocería la comedia si tropezara con ella. Desastre. Una total y absoluta basura”.
El propio Grant reconocía que las primeras proyecciones privadas resultaron un fracaso: “Los comentarios eran bastante desalentadores. Llegamos a pensar que habíamos perpetrado una de las comedias románticas más bochornosas de la historia, que íbamos a fracasar sin paliativos y nos veríamos obligados a emigrar a Perú”.
Al guionista Curtis no acababan de convencerle ni Grant ni MacDowell y al productor de la cinta tampoco le agradaba la presencia del director Newell al frente del proyecto. Todo eran inconvenientes y malos comienzos, pero la película, en realidad, escondía muchas más virtudes que defectos, comenzando por su perfil de comedia alejada de cualquier prejuicio, la personal interpretación de Grant o el maravilloso elenco de secundarios.